He vuelto a deleitarme con este vídeo de Zongo (lo he buscado a cosa hecha). Y me ha vuelto a impresionar. Conozco cómo se hace el juego, como la inmensa mayoría de los que entramos aquí, pero aun así, del cuerpo me brota un sentimiento de extrañeza cada vez que una de las "figuras" desaparece, y enarco las cejas con estupor cuando todas ellas se encuentran en el sobre que ha elegido el espectador. Con otros magos, la parte racional se impone a la emocional, pero con Zongo es al revés. Me encanta la frase final: "Señores, esto no puede ser verdad...". Y también siento tristeza porque me temo que no habrán más actuaciones grabadas de Zongo, que ya habremos perdido para siempre estas maravillas. Sin embargo, para algún investigador de la magia, es posible que en las casas particulares de estos magos antiguos, la hija o el nieto conserven algunos vídeos de actuaciones en VHS, súper 8 o como sea, que se grabaron sin más intención que la de tener un recuerdo casero y familiar. Si alguien los pudiera rescatar... no sólo de Zongo sino de tantos otros magos de su generación, todos bañados en aquel espíritu y estilo para hacer magia, tan diferente al actual.
En la época en que todos estos señores eran jóvenes, no existía el tiempo. No había televisión casi, y la radio era otra, más ingenua y para pasar el rato. Como distracciones, además de los toros y el fútbol, triunfaban los pasatiempos, los crucigramas, las sopas de letras y las noveluchas de quiosco del oeste, del espacio sideral y de amor, además de los tebeos. En esa época sin tiempo, de inviernos de brasero y veranos de botijo, no cabía otro estilo de magia que éste: explicar bien qué material se va a utilizar, qué se hace, lo que ocurre,... y todo restregando ante la cara del espectador la ausencia de trampa, incluso cuando se realizaba la misma trampa que se estaba negando en ese momento... Y sin prisa. Al contrario, cuanto más rápido vayas, peor, porque la actuación acaba antes y luego vuelve el aburrimiento. El mago siempre elegante, educado y cortés en sus palabras, simpático pero correctísimo,.... La magia era una estrella fugaz en un cielo de luna nueva, y el mago, el ser más feliz del mundo porque tenía un tesoro, un tesoro que hoy no comprendemos, el tesoro de... no tener casi nada y no saber casi nada. Así, cada nuevo juego, cada nuevo conocimiento o material era una acontecimiento, un regalo de reyes en medio del año, y tu repertorio eran las joyas de la corona: lo mirabas, lo volvías a mirar, lo ensayabas, lo enseñabas quizá a algún colega y lo presentabas con ilusión como si estuvieras mostrando las fotos de tus hijos pequeños. Y un buen día venía otro "hijo" al mundo, a veces mellizos, o trillizos, de la mano de un amigo que te revelaba un nuevo secreto o de un dinerillo ahorrado que te gastabas en El Rey de la Magia o en la Casa de los Juegos. Cuántas actuaciones se deberían haber filmado... Yo recuerdo a Rafael Tecles Llopis (Ra-Tel-Lo), mago de honor en un Almussafes, comenzando su número de escena con cuatro cartas blancas gigantes que transformaba en ases, y cuya charla era: "Les aprecio tanto, señores.... que si yo jugara con Vds. a las cartas, ésta es la jugada que desearía para mí... y ésta es la que desearía para Vds". Supongo que hoy puede sonar cursi o tontorrón, pero son charlas pensadas para un personaje muy concreto: el mago que ante todo es un señor, y un señor con buen corazón.
Última edición por Daroca el 02 Ago 2012, 16:14, editado 1 vez en total