Estuve hace unas cuantas semanas en los campos para refugiados saharauis en Argelia. El viaje tuvo sus anécdotas "fronterizas y mágicas".
Nada más salir, llevaba en la bolsa de mano unas cuántas barajas y algo más de arsenal mágico. Ultimamente hago un juego en el que el espectador localiza la carta con un abrecartas, la charla la he preparado como que el espectador sea el asesino de la baraja (pero no en sentido truculento); total que en el puño del abrecartas había puesto con una ornamentación unas letras que ponían: EL ASESINO DE LA BARAJA.
Yo no recordaba que llevaba el abrecartas así que lo pasé por el detector en Barajas y en aquel preciso momento me di cuenta de mi singular abrecartas. La de seguridad me dijo que si llevaba un abrecartas, le dije que sí y me solicitó que si podía enseñárselo. Yo pensé que enseñándolo por el lado en el que no tenía la inscripción se quedaría contenta y como no me apetecía declararlo y tener que hacer todos los trámites pertinentes pues acabaría con el resto de cortauñas, tijeritas y demás material que luego destruyen. Pero la de seguridad que era muy curiosa empezó a mirarlo por un lado y por otro hasta que se quedó un poco asombrada al ver la leyenda de EL ASESINO DE LA BARAJA, rápidamente enseñándole algunas de las cartas que llevaba le dije que era mago y que era parte del atrezzo. Ella, sin embargo, echándose unas risas llamó a otra agente de la Guardia Civil y me preguntaron si yo era como Tamariz (lógicamente les dije que mucho mucho dista del maestro). En fin, entre risas terminó esta anécdota.
A la vuelta. Frontera de Argelia. Los militares son unos pesaos y un poco desagradables para evitar que la gente se lleve arena del desierto. Un maromo de casi dos metros, mostacho poblado, moreno de piel y con gesto serio repite mecánico arena, piedras, arena, piedras mientras me tentujea. Yo le digo que no. Así que empieza a cachearme y sacarme cosas de los bolsillos. SE ME HABÍA OLVIDADO sacarme el F.P. del bolsillo pues hasta el último momento estuve haciendo magias a los niños, así que con una cara extraña mira el trozo de plástico, lo remira, me mira inquisitorial, vuelve a mirarlo y por fin con un gesto extraño, lo lanza junto a una montonera de arena y piedras requisadas. Continúa con el cacheo. Cuando termina, me señala que pase, yo con una mirada bondadosa miro a mi F.P. y con un gesto le sugiero si puedo recuperarlo, vuelve a retomarlo,mirarlo y remirarlo y me lo devuelve. Una persona cercana que estaba esperando la cola, me dice qué gracia si tenías un dedo de broma.
Nada más salir, llevaba en la bolsa de mano unas cuántas barajas y algo más de arsenal mágico. Ultimamente hago un juego en el que el espectador localiza la carta con un abrecartas, la charla la he preparado como que el espectador sea el asesino de la baraja (pero no en sentido truculento); total que en el puño del abrecartas había puesto con una ornamentación unas letras que ponían: EL ASESINO DE LA BARAJA.
Yo no recordaba que llevaba el abrecartas así que lo pasé por el detector en Barajas y en aquel preciso momento me di cuenta de mi singular abrecartas. La de seguridad me dijo que si llevaba un abrecartas, le dije que sí y me solicitó que si podía enseñárselo. Yo pensé que enseñándolo por el lado en el que no tenía la inscripción se quedaría contenta y como no me apetecía declararlo y tener que hacer todos los trámites pertinentes pues acabaría con el resto de cortauñas, tijeritas y demás material que luego destruyen. Pero la de seguridad que era muy curiosa empezó a mirarlo por un lado y por otro hasta que se quedó un poco asombrada al ver la leyenda de EL ASESINO DE LA BARAJA, rápidamente enseñándole algunas de las cartas que llevaba le dije que era mago y que era parte del atrezzo. Ella, sin embargo, echándose unas risas llamó a otra agente de la Guardia Civil y me preguntaron si yo era como Tamariz (lógicamente les dije que mucho mucho dista del maestro). En fin, entre risas terminó esta anécdota.
A la vuelta. Frontera de Argelia. Los militares son unos pesaos y un poco desagradables para evitar que la gente se lleve arena del desierto. Un maromo de casi dos metros, mostacho poblado, moreno de piel y con gesto serio repite mecánico arena, piedras, arena, piedras mientras me tentujea. Yo le digo que no. Así que empieza a cachearme y sacarme cosas de los bolsillos. SE ME HABÍA OLVIDADO sacarme el F.P. del bolsillo pues hasta el último momento estuve haciendo magias a los niños, así que con una cara extraña mira el trozo de plástico, lo remira, me mira inquisitorial, vuelve a mirarlo y por fin con un gesto extraño, lo lanza junto a una montonera de arena y piedras requisadas. Continúa con el cacheo. Cuando termina, me señala que pase, yo con una mirada bondadosa miro a mi F.P. y con un gesto le sugiero si puedo recuperarlo, vuelve a retomarlo,mirarlo y remirarlo y me lo devuelve. Una persona cercana que estaba esperando la cola, me dice qué gracia si tenías un dedo de broma.