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REFLEXIONES DE UNA VARITA MAGICA
Mi vida, como la de muchas de mis hermanas, comenzó un 7 de Enero de un año cualquiera. Ese día fue cuando vi la luz por primera vez. Caí en manos de Tony, un niño que, como tantos otros, empezó con una caja mágica. Y me alegro de que fuese así, porque al menos no acabé en el cubo de la basura a los dos días...
Aunque sea una tontería me emociona saber que para él fui la primera. Aún recuerdo nuestros primeros días juntos. Me sujetaba suavemente el cuerpo, me daba un par de vueltas mientras pronunciaba unas extrañas palabras y, de repente, me movía hacia delante. Por supuesto, no conseguía hacer magia y tanto a él como a mí nos costó aceptarlo. Pensábamos que yo tenía algún defecto, que no funcionaba, pero poco a poco nos fuimos dando cuenta de lo que ocurría...
Transcurridos varios años me di cuenta de lo dura que es nuestra vida y a mí me costo muchísimo entenderlo. Ellos, los espectadores, no confían en nosotros; nos toman por vulgares palos; se burlan incluso de nuestro trabajo; piensan que somos simples adornos de los magos o que les damos un toque de distinción. Y los otros, los magos, esos casi son peor. Nos ven como un simple amuleto, un símbolo de poder que utilizan a su capricho: nos sacuden varias veces; nos voltean hasta marearnos; nos golpean contra otros objetos; sufrimos caídas constantes en los ensayos; y terminamos, finalmente, olvidadas y encerradas en el "cuarto oscuro" de sus maletines. Incluso yo dudé durante una temporada que pudiera servir para algo. Sin embargo, me di cuenta de la importancia de mi trabajo en una actuación de magia infantil...
Como de costumbre, Tony me sacó al escenario para realizar el último juego. Siguiendo las instrucciones del mago, un pequeño espectador que salió de ayudante, examinó la bolsa mágica que estaba vacía. Esta vez él me dejó en manos del pequeño. Me agarraba de una forma especial, tal y como años atrás lo había hecho mi dueño: el pequeño se sentía especial por tenerme entre sus manos. Entonces siguiendo las indicaciones del mago, el pequeño me agitó un par de veces pronunciando las palabras mágicas y la bolsa se llenó de caramelos. Pero lo realmente emocionante para mí fue ver la expresión del pequeño. Me miraba con admiración: ¡¡creyó en mí!!...
Y fue a partir de ese momento cuando mi vida tuvo sentido, fuen entonces cuando comprendí que mi labor no era la de un simple símbolo: yo doy la sensación mágica; yo produzco la magia; es en el momento en el que yo intervengo, y no antes, cuando funciona la magia; es en ese preciso momento cuando el mago, por mediación mía, le comunica al espectador que se ha conseguido el efecto mágico...
Por eso ahora, cada vez que actúo o veo a alguna de mis hermanas actuar, espero el momento de gloria: ese momento fascinante en el que el mago y el espectador saben que la magia se ha producido. Y entonces me relajo con la música de los aplausos...
¡¡Qué dura es nuestra vida pero qué maravillosa contribución para la magia!!...
Creado por Tony Astonish en
http://tony-astonish.blogspot.com/2007/ ... mgica.html