La verdad es que si casi todos hacemos los mismos efectos es porque somos unos vagos. Creo que el mal es que se copia demasiado, más que se estudia, pues eso es privilegio de unos pocos. Y los efectos se copian porque:
son fáciles
son memorables
son divertidos
son recordables en estructura y manejos
son presentables
son...
y sobre todo porque hemos visto a algun mago hacerlo y comprobado que funciona. Pero el trabajo de selección, que lo haga otro. Y el problema es que hacemos además la presentación como el mago tal o cual. Por eso hay tantos tamaricillos, carrolillos e incluso magomiguelines....
Para mi un principal problema es que se copia mal. Casi nadie copia de los libros, que es más dificil pues exige más concentración e imaginación; es más fácil copiar de un video. Pero más peligroso, sobre todo cuando empezamos.
Aprendamos a copiar. Es una fase del aprendizaje. Pero solo eso. LEAMOS MAS.
Os transcribo un artículo preparado para mi próximo libro, que trata un poco sobre este tema. Espero que os guste. Hasta pocus
CUESTION DE ESTILO
Hace tiempo que me ronda una idea acerca de la presentación en magia. En casi todos los textos del tema, así como en mis tertulias con otros magos, todos aconsejan "... hay que ser original, hay que tener estilo". Cuando comencé a hacer magia con cierta frecuencia, siendo muy joven, estaba obsesionado por la “voluntad de estilo”. No sé dónde había aprendido ese estribillo, ni tampoco creo que tuviese medianamente claro lo que quería decir con él, pero no se me caía de la boca ni de la mente: "¡Lo importante es tener voluntad de estilo! ¡En el arte lo que cuenta es el estilo propio!", etcétera.
Luego con el tiempo, ya dedicado por completo a la magia, y preocupado por encontrar mi personal modo de hacer, empezaron los comentarios que oía con frecuencia acerca de mi trabajo, con tanta sorna como acierto: "a Mígue la voluntad desde luego no le falta; lo del estilo, ya es otra cosa". Y terminó por despejarme completamente una advertencia leída en un libro de filosofía: "ante todo, evitar el estilo". En efecto, quienes se esfuerzan por tener un estilo, quienes padecen esa voluntad de estilo que antaño me pareció tan esencial, están pendientes no de lo que quieren decir (muy bien pueden no querer decir nada), sino sólo del efecto que su particular forma de actuar tiene en el público. Lo principal para ellos no es que el público comprenda lo dicho y lo sugerido por su magia, sino que sean muy conscientes de que lo ha dicho Fulano. Y, por tanto, la voluntad de estilo no será otra cosa que el empeño que pone Fulano en ser enormemente Fulano, el Fulano que él supone tiene que ser: Fulano el elegante, Fulano el poético, Fulano el loco, Fulano el cachondo, etcétera. Donde no cuenta el arte, la magia como medio de expresión, no cuenta acertar o no acertar, sólo cuenta Fulano.
Durante mucho tiempo he estado perdido buscando mi propio estilo interpretativo, hasta que me di cuenta que en realidad donde hay que llegar es a ser uno mismo. Parece una perogrullada, pero no es tan fácil de sentir. Sobre todo cuando eres profesional. Las energías gastadas en buscar un personaje que no se parezca a Mengano, que no tenga los registros del mago Tal, son energías perdidas, desaprovechadas, que hay que aprender a canalizar, porque llega un punto, o al menos a mí me pasó, en que consigues el “estilo” que te funciona, pero no tienes un estilo auténtico, que es en mi opinión la ausencia de estilo. La magia debe fluir sola, si eres capaz de hacer que tu público en cualquier circunstancia vislumbre la atmósfera mágica, ya tienes estilo. Y creo que una vez que consigues eso, tan difícil, el resto viene sólo.
Cuando abandoné la voluntad de estilo, me propuse algo más difícil todavía: actuar como todo el mundo. Especifico, como todo el mundo si todo el mundo supiera interpretar lo que piensa con perfecta naturalidad, tal como le apetece en cada momento, a veces de modo risueño, otras artísticamente, frío o cálido..., pero sin voluntad estilística. Y así es como decidí encauzar mi trabajo, de este modo, cada actuación mía es diferente, pues depende de mi estado de ánimo. No tengo un personaje que tiene determinados registros. Por supuesto que tengo un guión abierto y un encadenamiento de los efectos que realizo que sé que funciona aunque yo esté bajo de moral. Y el día que estoy bien, el trabajo gana increíblemente. Ahora tengo más tiempo para estudiar nuevos efectos y no condiciono la elección de los mismos a “si le pegan a mi estilo, o no...”; en fin, creo que “la ausencia de estilo” es lo mejor que me ha pasado últimamente. Un abrazo a todos.
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