P: Sabemos que ahora te has decidido a afrontar un nuevo reto. El mentalismo. ¿Cómo decidiste adentrarte en este nuevo campo?
R: Lo explico enseguida. Yo ya tenía mi espectáculo como mago, y un buen día unos amigos me llevaron a ver a un mentalista. Y me quedé alucinado. Aquello molaba mucho.
P: ¿En serio?
R: Ya te digo. Bueno, el tío era un palo, para ser sincero. Pero lo que hacía era increíble. Leer la mente, ser capaz de influenciar en las decisiones de las personas... Y me dije: Tengo que aprender a hacer eso.
P: Para incluirlo en tu espectáculo.
R: No, hombre. Para ligar. Imagínate... las posibilidades aumentan exponencialmente.
P: Ya. ¿Y cómo te adentraste en el mundo del mentalismo?
R: No fue fácil, no fue fácil. Porque claro, lo primero es encontrar alguien que te enseñe. ¿Y dónde lo buscas? ¿En la tienda de tarot de la esquina?
P: Ya. no parece muy serio.
R: Tanto no diré, porque ahí hay algo raro. Quiero decir, que ves su escaparate y da un mal rollo que no veas. Pero sigue ahí, funcionando, mientras que la papelería y la tienda de cosméticos que había al lado han cerrado. ¿Tantos clientes tienen? Pero bueno, sí que es cierto que no me parecía el sitio más adecuado.
P: Está claro. ¿Y entonces?
R: Entonces, el tema era complicado. ¿Dónde buscas un profesor de mentalismo? ¿En las páginas amarillas? Pues no hay, Te lo digo yo.
P: ¿Y cómo te las apañastes?
R: Afortunadamente, siempre he tenido una inteligencia privilegiada (no es que lo diga yo) y llegué a la única solución lógica. Me concentré mucho, mucho, mucho y pensé con toda la fuerza de que era capaz: "Hola, soy Rafa y busco un profesor de mentalismo. Pago al contado. Mi teléfono es XXX XX XX XX."
P: ¿Y eso funciono?
R: ¿Que si funcionó? A los treinta segundos estaba sonando el teléfono.
P: No fastidies.
R: Te lo juro. Bueno, igual fueron 25 o 26. Quiero decir que no estaba cronometrando, ni nada. A lo mejor fueron 31, o 32, o...
P: Ya, ya. Está entendido.
R: Vale. Sonó el teléfono. Lo cogí, y pude oir una voz tranquila, calmada, con acento extranjero...
P: ¡Menuda impresión!
R: Y esa voz tranquila, calmada, me hizo sólo una pregunta.
P: ¿Cual?
R: "¿Está contento con su servicio de ADSL?" Imagínate la impresión. ¡Sabían que tenía ADSL!
P Esto... ya, sí, pero...
R: Luego resultó que no tenía nada que ver, y estuve mes y medio sin internet hasta que volví a contratar con mi anterior compañía. (*)
P: Ya. ¿Y el mentalismo?
R: Ah, sí, sí. Bueno, al rato llamaron otra vez. Y esta vez sí que era un profesor de mentalismo. Que me había estado llamando antes, pero estaba comunicando.
P: Los del ADSL.
R: Exacto. Y bueno, la conversación fue fácil. "¿Y cuánto me vas a cobrar?" "No te preocupes, que con lo que gano adivinando primitivas, me vale." "Ah, guay." Y nada, empecé a dar clases, y hasta hoy.
P: ¡Qué guay!
R: Ya te digo.
P: Así que ahora ligas mucho más, ¿no?
R: Esto... bueno... ya... Es que yo estoy aquí para hablar de mi espectáculo. No de mi vida privada.
(*) Nota: Si me está leyendo algún responsable de marketing de alguna empresa de telecomunicaciones, en esta parte se pueden mencionar nombres por una cantidad a acordar.
Esta historia es ficticia. Cualquier parecido con la realidad es pura coincidencia. ¿O no?
(CC) [Licencia Creative Commons by-nc-nd] Rafa Cama
R: Lo explico enseguida. Yo ya tenía mi espectáculo como mago, y un buen día unos amigos me llevaron a ver a un mentalista. Y me quedé alucinado. Aquello molaba mucho.
P: ¿En serio?
R: Ya te digo. Bueno, el tío era un palo, para ser sincero. Pero lo que hacía era increíble. Leer la mente, ser capaz de influenciar en las decisiones de las personas... Y me dije: Tengo que aprender a hacer eso.
P: Para incluirlo en tu espectáculo.
R: No, hombre. Para ligar. Imagínate... las posibilidades aumentan exponencialmente.
P: Ya. ¿Y cómo te adentraste en el mundo del mentalismo?
R: No fue fácil, no fue fácil. Porque claro, lo primero es encontrar alguien que te enseñe. ¿Y dónde lo buscas? ¿En la tienda de tarot de la esquina?
P: Ya. no parece muy serio.
R: Tanto no diré, porque ahí hay algo raro. Quiero decir, que ves su escaparate y da un mal rollo que no veas. Pero sigue ahí, funcionando, mientras que la papelería y la tienda de cosméticos que había al lado han cerrado. ¿Tantos clientes tienen? Pero bueno, sí que es cierto que no me parecía el sitio más adecuado.
P: Está claro. ¿Y entonces?
R: Entonces, el tema era complicado. ¿Dónde buscas un profesor de mentalismo? ¿En las páginas amarillas? Pues no hay, Te lo digo yo.
P: ¿Y cómo te las apañastes?
R: Afortunadamente, siempre he tenido una inteligencia privilegiada (no es que lo diga yo) y llegué a la única solución lógica. Me concentré mucho, mucho, mucho y pensé con toda la fuerza de que era capaz: "Hola, soy Rafa y busco un profesor de mentalismo. Pago al contado. Mi teléfono es XXX XX XX XX."
P: ¿Y eso funciono?
R: ¿Que si funcionó? A los treinta segundos estaba sonando el teléfono.
P: No fastidies.
R: Te lo juro. Bueno, igual fueron 25 o 26. Quiero decir que no estaba cronometrando, ni nada. A lo mejor fueron 31, o 32, o...
P: Ya, ya. Está entendido.
R: Vale. Sonó el teléfono. Lo cogí, y pude oir una voz tranquila, calmada, con acento extranjero...
P: ¡Menuda impresión!
R: Y esa voz tranquila, calmada, me hizo sólo una pregunta.
P: ¿Cual?
R: "¿Está contento con su servicio de ADSL?" Imagínate la impresión. ¡Sabían que tenía ADSL!
P Esto... ya, sí, pero...
R: Luego resultó que no tenía nada que ver, y estuve mes y medio sin internet hasta que volví a contratar con mi anterior compañía. (*)
P: Ya. ¿Y el mentalismo?
R: Ah, sí, sí. Bueno, al rato llamaron otra vez. Y esta vez sí que era un profesor de mentalismo. Que me había estado llamando antes, pero estaba comunicando.
P: Los del ADSL.
R: Exacto. Y bueno, la conversación fue fácil. "¿Y cuánto me vas a cobrar?" "No te preocupes, que con lo que gano adivinando primitivas, me vale." "Ah, guay." Y nada, empecé a dar clases, y hasta hoy.
P: ¡Qué guay!
R: Ya te digo.
P: Así que ahora ligas mucho más, ¿no?
R: Esto... bueno... ya... Es que yo estoy aquí para hablar de mi espectáculo. No de mi vida privada.
(*) Nota: Si me está leyendo algún responsable de marketing de alguna empresa de telecomunicaciones, en esta parte se pueden mencionar nombres por una cantidad a acordar.
Esta historia es ficticia. Cualquier parecido con la realidad es pura coincidencia. ¿O no?
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"Como todo el mudo sabe, la clave para tener éxito es no saber que lo que intentas es imposible" (Terry Pratchett)
Rafa Cama, magia para todos los públicos
http://www.rafacama.es
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