Congresos, conferencias, espectáculos, ...
#171933 por luisegea
11 Sep 2016, 22:09
Enlace a mi blog:

Las crónica son tan subjetiva, que si se le suma las malas pasadas de la memoria… Uno piensa si realmente vale la pena comentar algo sobre lo experimentado.
La mejor manera de olvidar estas futuras líneas es no leerlas o acudiendo al espectáculo de Antonio Díaz y disfrutar con él.

Nos acercamos (mi pareja y yo) al Teatre Tívoli, el viernes 2 de septiembre. Un teatro lleno, de niños y adultos.
Hace ya unos años, asistí a su anterior espectáculo Mr. Snow. En un teatro mucho más pequeño que desafortunadamente la política cultural de este país ha conseguido que se cierre. Recuerdo que la función se tuvo que suspender, el motivo, nos dijeron, la poca afluencia de público. Aunque a la semana siguiente nos pudimos resarcir y disfrutar de Mr. Snow.

Realmente el espectáculo de Mr. Snow y el actual, La Gran Ilusión, comparte la misma estructura y la mayoría de los números. Nos encontramos algún efecto nuevo y sobre todo una mejora de medios técnicos. Un nuevo nombre no significa nuevo espectáculo. Ahí tenemos a Juan Tamariz, realizando prácticamente su mismo número durante décadas, cambiando sutilmente el título del espectáculo. Lo mismo sucede con Faemino y Cansado, y tantos otros artistas que han encontrado una buena formula después de mucho tiempo de trabajo.

En el caso de Antonio Díaz, evidentemente el trabajar tanto en un mismo número le habrá llevado hacia el camino de la excelencia.

Quería retomar que si Antonio Díaz, anteriormente le costó llenar teatros y ahora lo hace con cierta “facilidad” es debido sobre todo a su gran popularidad que ha sabido fraguar en los medios de comunicación. Aprovechando las oportunidades que se le han presentado como el Discovery Max. Antonio ha entrado en esa magia, como tantos otros, la magia televisiva del siglo XXI. Aquí hago un breve paréntesis para los realmente aficionados a la magia y les invito encarecidamente que lean los artículos de Carlos Devanti, sobre la magia televisiva.

La magia como nuevo género de la tele-realidad:
1. Compinches y efectos especiales
2. Montaje y el Efecto Cometa
3. Realidades privadas y road trips
4. Cámaras ocultas y trucos efectivos. Conclusiones.
5. Un intento de filmografía.

Juan Tamariz y Antonio Díaz se han hecho enormemente populares gracias a la televisión y gracias a ello llenan teatros. La magia que se llevaba a cabo en la época en que Juan Tamariz apareció en televisión, se podía más tarde, sin ningún problema ver en un Llantiol o en cualquier Teatro Tívoli. La televisión básicamente era solo un medio, para poder acercarnos a aquello que no podíamos presenciar in situ. En la actualidad todo a cambiado, y mucho. En 1990 se creó la primera página web, antes no existía el YouTube o similares.
Aquí os dejo un programa de magia, de 1982. Si le echan un rápido vistazo, podrán darse cuenta de la actual diferencia a la magia de Antonio Díaz, o de Criss Angel, entre otros:





Como he comentado Juan Tamariz y tantos otros no tenían ni tienen ningún problema de llevar a termino los juegos que realizan en televisión, en un teatro. Hace unos años vino el famoso mago Japonés Cyril Takayama al Congreso Nacional de Magia de Madrid. Muy popular televisivamente por efectos como este:



Lamentablemente su actuación en Madrid, fue bastante mediocre.
Muchos de estos magos actuales, se encuentran con ese problema, que sus número escénicos no se mantienen o no alcanzan la sorpresa e impresión que en televisión. Evidentemente el medio es diferente y la forma de trabajar también, al menos ahora con esta moda de tele-realidad.
Antonio Díaz salva este problema, aunque para ello tiene que recurrir a unos medios no demasiado éticos.
En estas circunstancias que un aficionado a la magia, como yo, diga si me gustó o no su espectáculo no es muy relevante. Sólo diré que me entretuvo, pero no me ilusionó. También hay que decir que el mago espectador está contaminado y miramos con otros ojos. He podido preguntar a bastantes amigos que han asistido al número de Antonio Díaz y todos han salido encantados, y alucinando.
El día que yo asistí, al salir del teatro, fuimos a cenar y al lado de la barra del bar teníamos a una joven pareja que había asistido también al espectáculo. Puse la antena y… nada, no hablaron de Antonio Díaz en ningún momento, se engancharon al teléfono y poco mas. No hablaron del juego final o si el ayudante tal hizo pascual. Quizás los magos no nos damos cuenta que mucha gente, no busca mucho mas que diversión en un espectáculo.

Aquí hago un paréntesis, para comentar lo que Maskelyne y Devant, en el libro Nuestra Magia en 1911, dicen en su norma número 2: “Intenta siempre hacerte una idea exacta del punto de vista que probablemente adopte el espectador medio”. Para ellos el objetivo principal del mago era entretener al público y continúan con su norma número 3: “Evita la complejidad del método y nunca pongas a prueba la paciencia ni la memoria del público”. En varias ocasiones insiste en el aspecto de ver al público: “No es que los espectadores, de forma individual e independiente, sean necesariamente estúpidos. Muy lejos de ello. Lo que ocurre es que cualquier reunión compuesta por personas normales puede tener, en su conjunto, a la falta de atención y de interés”.

Una hora y 5 minutos que pasaron volando, con una historia de fondo, similar a la película del Show de Truman, donde Antonio hace el papel de Truman. Números de magia hablados intercalados con otros de música y coreografía, algún juego de cerca, con el uso de cámara en mano que se proyectaba en el fondo del teatro como si se tratara de una pantalla de cine. Adivinaciones de cartas imposible, la metamorfosis, predicciones imposibles, historias narradas con una baraja, la poesía de la sombra y como plato fuerte y final la tele transportación de un espectador en el mismo teatro. Ya le gustaría viajar tan rápido al Señor Spok.
Y todo ellos en poco más de una hora.
Una gran ovación, todo el público en pie y para finalizar una ola de fotos y firmas con el artista en la salida del teatro.
No se puede decir que sea un fracaso y como decir que no es bueno, si el teatro está lleno y la gente a la que preguntas dice que es increíble y muy entretenido.

Aún así no creo que la vara para medir la calidad de un número o de cualquier obra de arte sea la repercusión mediática que esta tenga o la afluencia de público. Incluso tampoco nos sirve en gran medida el saber si a la gente le gustó o no. Como suelo insistir cuando a uno le gusta o le desagrada algo, lo único que está definiendo es sus gustos y no aquello que le gustó. Los gustos son algo cultural que van variando en función de las épocas, nuestra educación y nuestras experiencias.
Para poder hablar del número de Antonio Díaz tenemos que comentar otros aspectos. Algunos agradecemos que además de efectos de magia, nos cuenten historias. Como gran ejemplo tenemos a nuestro ya desaparecido Rene Lavand, que cautivaban incluso más sus historias que su magia.



Antonio Díaz pretende contarnos algo parecido al Show de Truman y en determinadas ocasiones aparecen unas grabaciones en la pantalla de cine, de Josep Mª Pou, haciendo de director del programa i Emma Vilasau, como la madre ficticia, donde Antonio es el Truman de la historia.
Plantean la historia, pero no la desarrollan y tampoco es un hilo conductor del espectáculo. Si eliminamos la historia, su espectáculo no se vería perjudicado. Es evidente que sus estudios en arte dramático le habrán empujado a intentar introducir y juntar ligeramente Teatro y Magia. Particularmente me agrada que me cuenten algo más y me atrae la idea de Antonio, de hecho los trabajos de Antonio Díaz y Juanan Martínez como la Compañía Abozzi, resultan bastantes interesantes, sin embargo en su actual número, La Gran Ilusión, carece de interés, porque no se ha molestado en desarrollar la idea.



Aquí vuelvo a mencionar el interesante libro de Nuestra Magia, Our Magic, en el capitulo VIII, cuando habla de la relación del Teatro y la Magia donde recalcan: “un acto mágico que se presente durante una obra teatral debe formar parte esencial de la obra. Debe constituir un episodio sin el cual la trama estaría incompleta. Preferentemente, debería ser tan esencial que la obra no podría representarse sin él. Al menos, debería añadir algo decisivo al progreso general y al efecto final. […] Aristóteles nos dice, como ya hemos citado, que nada que pueda incluirse u omitirse a voluntad forma realmente parte del espectáculo”.

Otro aspecto a tener en cuenta en el número de Antonio Díaz, es el manejo que hace de la cámara, cuando realiza algún efecto de magia de cerca. Baja del escenario y se pone en primera fila, pero dado el costado al espectador. Resulta extraño esta postura, es como si viajáramos del teatro a la televisión proyectada en una pantalla de cine, pues se deja de ver parcialmente al mago y totalmente sus manos, con lo que te ves obligado a mirar a pantalla. Es consciente de ello, pues hace alguna broma, diciendo que esto no está grabado. Esta claro que no utiliza el sistema de Juan Tamariz, ya conocido y repetido por todo cartomago que quiere hacer magia de cerca en un teatro. Desconozco el motivo, pero podría hacer lo mismo que hace pero colocándose en un lateral del escenario, cara al público y al menos no se le perdería de vista físicamente.

Otro punto que me gustaría resaltar y no para bien, es su manejo con las cartas, el tipo de forzaje que realiza y su aparición de cartas, no es malo, pero tampoco excelente. Estoy seguro que esta es una apreciación personal, que de seguro el resto del público no percibió. Aún así los manejos manipulativos con la baraja podría mejorarse. No le pido que sea David Sousa o Eduardo Galeano, pero un profesional full time de la magia debería esmerarse un poco más en el back and front. El movimiento de las manos a toda velocidad, esos giros de brazo y muñeca ultra rápidos, aquí si que la mano es más rápida que el ojo, pero por ello no ilusiona, sólo sorprende al público su destreza.




A partir del minuto 2.

El ritmo del espectáculo de menos a más, fue ágil, rápido, como mucho ritmo, intercalando números hablados con otros en los que realiza coreografías con sus ayudantes. Música, baile, magia, bien ensayado y sincronizado, el resultado… grandes ovaciones. Sabe dar al público medio algo más que “pura magia”. Antonio se tiene ganada a la gente desde el primer minuto, tiene encanto, cae bien, resulta natural y sincero, y sus dos últimos números son impactantes.



En el último juego realiza una tele transportación de una persona del público, en el mismo escenario de un extremo al otro. Rápido, efectivo, sorprendente, mágico e “imposible”. Final, aplausos, gente de pie y Antonio corriendo hacia la salida del teatro para el baño de masas, fotos, besos y firmas.
En definitiva un espectáculo que funciona, con muchas posibilidades de mejorar (buena señal de que aún lo puede hacer mejor y que tiene una esperanzadora trayectoria), aunque no gustará a muchos mago. Es una suerte que haya magos que llenen teatros, pues son el germen para que el público se anime a ver otros formatos mágicos por voluntad propia.

Seguro que me dejo muchos otros aspectos por valorar, pero hay uno de ellos que no puedo dejar de mencionar. El uso de compinches. La magia en la actualidad, y sobre todo en la magia televisiva, se esta abusando de esta herramienta, poco ética.
Al principio indicaba que Juan Tamariz podía y puede hacer toda la magia que hace en televisión en un teatro y sin embargo otros tantos no. Antonio Díaz, como tantos otros que se han sumado al carro del compinche y trucos de cámara, para poder tener el mismo éxito que tiene en televisión, necesita recurrir en el teatro y recurre sin ningún problema a los compinches.

Vuelvo a recordar la lectura de Carlos Devanti comenta sobre los compinches:
“Creo que en general podríamos diferenciar entre tres tipos de compinches, y esta es una terminología que me voy a inventar ahora mismo: compinches sabelotodo, compinches de reacción, y compinches involuntarios.
El primero de estos es para mí el más triste. Es una persona que es contratada para que colabore activamente en un juego, y conoce el secreto del mismo. Para que nos entendamos, un compinche sabelotodo podría ser, por ejemplo, un actor que se contrata para que en determinado juego le diga al mago que la carta en la que piensa es el 3 de corazones, y que después reaccione como si no supiera como se ha hecho el juego. Es el tipo de compinche que facilita los mazazos mas fuertes de cara a los espectadores, pero es a la vez el mas triste para mí, porque hay una persona que se ha desilusionado totalmente, que es el propio compinche. Hay muchos vídeos en YouTube que intentan dar explicación a los efectos realizados en estos programas, y que en muchos casos barajan la idea del compinche. No obstante, como en la mayoría, la revelación va más allá de decir si hay un compinche o no, prefiero no compartir aquí ninguno de estos vídeos ya que, estoy radicalmente en contra de la revelación de trucos en Internet”.

El tema de los compinches no es nada nuevo, en el libro de Corinda, Los trece escalones del mentalismo (1958-1960), encontramos estas palabras:
“Este no es el lugar para discutir si se deben usar compinches o no. Sólo diré que recurro a ellos bastante y enumeraré algunos detalles que resultan útiles. […] Los compinches se pueden clasificar en dos grupos: los voluntarios y los que no tienen elección. Prefiero más bien los segundos, pues actúan con naturalidad hasta el último momento”.

En el capitulo undécimo Corinda nos vuelve a mostrar un uso con compinche:
“Puedes usar compinches si quieres, y no es necesario recurrir a ellos si no quieres. Haz lo que quieras y deja que los demás hagan lo mismo.
Me acordé de este engaño al conversar con Fogel sobre efectos de “Preguntas y respuestas”. Es muy viejo, pero muy bueno. Trabajando en un salón, o desde el escenario, el telépata entrega sobres y tarjetas para las preguntas. Las tarjetas con las preguntas se guardan en los sobres, los cuales se cierran y el vidente los recoge. Al hacerlo, recibe uno de manos de su compinche que está sentando entre el público. Al recibir el sobre del compinche, se dirige a él y le dice: ¿Escribió su nombre? El compinche contesta que no y el telépata le devuelve entonces el sobre para que lo abra, firme la tarjeta, y la guarde en otro sobre. En realidad lo que ocurre es que se le entrega otro de los sobres que no es el suyo. El compinche entonces lo abre y lee la pregunta, la escribe rápidamente en la parte de afuera del sobre, y cierra el sobre. El mago lo recoge y ya está preparado para una perfecta rutina de “Uno por delante” con sobres cerrados”.

En la magia, al tratarse de un arte, no existe un código deontológico, por lo tanto cualquier método que sirva para ilusionar al espectador debería ser más que suficiente y estar fuera de polémica. Sin embargo el compinche contratado, el compinche total, resulta reiterativo y de continuas discusiones en los círculos mágicos.
El fin no puede justificar los medios. Para alcanzar la paz o el cese de conflicto, unos buscarán la violencia, otros el dialogo. Llegar a este fin, será siempre muy diferente dependiendo de los medios usados.
Para conseguir el milagro, la sensación de imposibiliad en el espectador, ¿se puede usar cualquier medio? Podríamos decir que sí, de hecho así se hace. Si nos podemos trascendentales, podemos decir que vivimos una mentira creada por nuestro cerebro para poder sobrellevar y sobrevivir en esta vida; y a su vez nos engañan muchos otros, los medios de comunicación, la política, el vecino…, y por regla general no se paran a reflexionar si el método utilizada es ético o no. Claro que así nos va últimamente, llorando la imagen de un niño muerto en una playa lejana, para luego dar a un me gusta en no se donde y girar la cabeza cuando vemos venir a un vagabundo de nuestra ciudad. Desde luego, la ética, la filosofía o las humanidades en general no están pasando por su mejor momento, siendo pisadas por las políticas ultra capitalistas.

Pero no me desviaré más. Mi planteamiento al respecto del compinche es muy sencillo de entender. La magia, como arte efímero, no está completo sino es presenciado. La magia es y debería ser siempre para el profano. Para ilusionar a nuestro espectador podemos y debemos recurrir a cualquier tipo de argucia técnica o, e intelectual, pero bajo mi punto de vista nunca debemos utilizar a un compinche y hacerlo pasar como un espectador.
La magia mantiene una lucha continua con el lado racional del espectador, poco a poco, si se hace bien, se dejará llevar. El espectador inteligente o curioso explorará diversas soluciones, desde las habilidades manuales del mago, los aparatos que utiliza, la colaboración de sus ayudantes, incluso la ayuda de un alguien más que no se conoce, entre bambalinas.
Cuando pedimos la colaboración de un espectador, es para que haga de representante del resto del público, un espectador-ayudante expresivo, receptivo; queremos que las neuronas espejo empiecen a trabajar y emocionen al resto del teatro. Queremos eliminar los posibles recelos y demostrar que todo es “legal” y que el espectador actúa con total libertad, aunque luego sea dirigido por el camino que nosotros deseamos. Si se saca a un espectador y se le hace levitar, es indudable que el efecto es mayor que si quien levita es su ayudante. El espectador en un principio no buscará “el truco” en el espectador, pues podría haber sido él.
Introducir a un actor, hacerlo pasar por un espectador, para ilusionar, simplemente resulta una barrera que ningún mago, vago ninguna excusa artística debería franquear, (por mucho que se diga que el arte no tiene reglas). Más molesto resulta aún cuando su uso es empleado innecesariamente, pues con el manejo de otras técnicas se podría resolver.

En mi lectura reciente de Nuestra Magia, aunque es un libro del 1911, creo que tiene total vigencia y suficiente autoridad para mencionar la opinión de Maskelyne y Devant al respecto:
“El principio de la confabulación posee poco mérito. Un efecto que dependa de este principio es simplemente un trabajo arreglado de antemano, por medio del cual se engaña al público, en lugar de tratarle honestamente. Nada puede ser más sencillo que emplear un compinche, que pretende ser un espectador normal y ayuda al artista de algún modo acordado previamente. Difícilmente podrá ser considerado como un principio genuinamente mágico, aunque puede haber ocasiones en que su uso esté justificado. Por regla general, debería evitarse, ya que es un proceder indigno para un mago que valore su reputación”.

De todas formas no me rasgaré las vestiduras, dejaremos que sigan rompiendo esta norma, no le diré nada al próximo amigo que asista al número de Antonio Díaz y me morderé la lengua cuando me pregunten cómo lo pudo hacer. Tampoco voy dando la lata pidiendo que se cambien de compañía de gas, o de banco, por la falta de ética de estas entidades. Que le vamos a hacer, no somos perfectos, si perdonamos a los Bancos, porque no lo vamos a hacer con toda esta tropa de artistas.

Bibliografía:
Corinda. 13 Escalones del Mentalismo. Madrid. Ediciones Laura Avilés, 1997.

Maskelyne y Devant. Nuestra Magia. El arte en la magia, la teoría de la magia, la práctica de la magia. Ediciones famulus, 2011.
#171949 por juan garrido
03 Oct 2016, 18:42
Hola, Gracias por la parrafada que has escrito.
Ví, La gran ilusión, hace unos meses, tenía ganas de ver el espectáculo tras saber los éxitos y los récords de público, también era consciente del uso de compinches, que me comentaron algunos magos. Mi intriga era que el éxito del show tenía que ser algo más que compinches.
Cuando terminé de ver 'La Gran Ilusión' me dí cuenta de haber visto un muy buen show, no muy buena magia y no un gran mago (tamariz, lavand, Blass,...).
Es un show efectista, bien montado y muy rodado. Estoy de acuerdo en todo lo que has comentado del show los puntos fuertes y débiles y el uso de compinches.
Para acabar, voy a contar una anécdota que me ocurrió a la salida del show de tamariz, un par de matrimonios profanos comentaban que tamariz hace siempre lo mismo y que es su estilo y tiene gracia y es bueno, pero que los que salen hoy por la tele (mago pop, dynamo) son mucho mejores por las
cosas que hacen en la TV. Es una pena echar por tierra el trabajo de tantos magos que han trabajado para formar y educar al telespectador de que lo que están viendo en la TV es lo mismo que verían allí o en un teatro; y ahora ese buen trabajo se lo han cargado. En fin el tiempo pondrá las cosas en su sitio.
Y no sé si yo haría lo mismo por contratos millonarios. En fin...
#171950 por luisegea
03 Oct 2016, 23:07
También vi recientemente a ver a Juan Tamariz. Tubo que comentar en un varias ocasiones, que la gente que saldrá no está compinchada y en una ocasión dijo que el uso de compinches sería rebajar el arte de la magia. Tal cual.

La gente que diga lo que quiera, todo el que tiene un mínimo de educación mágica sabe diferenciar. El problema es que la mayoría carece de una educación artística, ya sea mágica o de cualquier tipo.

¿Quién está conectado?

Usuarios navegando por este Foro: No hay usuarios registrados visitando el Foro y 1 invitado