Bienvenido icemandino. Es muy interesante esa particularidad de no dar el salto a actuar en público, o actuar poquito, y quedarse en esa burbuja de uno mismo o del círculo de magos. Sucede algunas veces.
Yo identifico dos razones que nos hacen obrar así. Una es el miedo escénico, no tanto quizá como para sufrir si actuáramos, pero sí lo suficiente para que no nos apetezca. No nos hace gracia, cuando en realidad, cuando ensayamos tendríamos que estar todo el rato diciendo: "jo, qué ganas tengo de hacerlo en público, se van a quedar... venga, tengo ya ganas de tener espectadores delante..." Para curarnos eso, creo que puede funcionar una desensibilización progresiva, es decir, seleccionar juegos automáticos, ensayarlos mucho, hacerlos varias veces a magos y a familiares, y entonces ya es más fácil decidirse. Y luego ya ir aumentando la dificultad de los juegos, o tener alguno más difícil en reserva por si nos animamos y lo soltamos. Y empezar siempre con uno o dos con los que nos encontremos muy cómodos y seguros.
Otra razón más profunda que también produce ese síntoma, es si nuestra magia es tan manipulativa que es bastante difícil que no se vea o no se note algo en un momento determinado, o nos salga mal la técnica. Requiere una cantidad de ensayo increíble, un tiempo que es una barbaridad y que quizá no tenemos. Con menos ensayo sí que podemos presentarla, pero sin estar seguros del todo de que vaya a salir todo bien. Entonces, elegimos un público de magos conocidos, porque sabemos que ahí no pasa nada si se nos ve o nos falla. Ya estamos tranquilos, no se van a decepcionar de nosotros sino que lo van a comprender. Sin embargo, si pensamos en hacer eso mismo en público, nos echamos para atrás (como no podría ser de otra manera), porque sabemos que un fallo ahí nos iba a doler demasiado, cuando se nos viera o se notara el truco. La solución sería multiplicar el tiempo de ensayo por 10, o por 20,... pero no siempre se puede ni se tiene ganas, así que no damos el salto y nos quedamos con la mamá y el papá (que son los magos), que nos perdonan todo y lo máximo que nos dirán es que tenemos que ensayarlo más o cuidar los ángulos más, o algún consejo útil, pero nunca será una catástrofe que nos deje deprimidos. En ese caso, puede optarse por perfeccionar y ensayar el tiempo que se necesita, o bien dejar los juegos difíciles como entretenimiento para magos y luego estudiar otros para público, que también nos gusten y que no requieran trabajarlos tanto.
Es que ayer mismo pensé sobre esto, sobre que a veces (algunos tipos de personas concretas y con algunos tipos de juegos concretos) no disfrutamos haciendo magia, sino después, cuando vemos que todo ha salido bien, pero mientras, estamos en tensión para que no nos pille el toro. Lo bueno es disfrutar a la vez que el espectador, es decir, mientras estamos haciendo los juegos, y eso se consigue perfeccionando y ensayando lo suficiente, o bien rebajando la dificultad de los juegos. Es una opinión, claro, a lo mejor me equivoco.
