Cuando preparamos una infusión medicinal -por ejemplo, una manzanilla- generalmente tardamos más de veinte minutos, entre prepararla y luego dejar que se enfríe. El que se enfríe pronto no suele ser algo urgente, pues muchas veces uno puede esperar esos minutos sin problema. Sin embargo, si es por la noche cuando sentimos la molestia en el estómago y nos levantamos -o un familiar se levanta- a prepararnos una manzanilla, interesa que esté lista para tomar en el menor tiempo posible, puesto que ese tiempo de espera implica estar levantado y esperando a unas horas intempestivas en que lo que apetece es estar en la cama.
Un procedimiento conocido es el de trasvasar la infusión, es decir, ponerla en un vaso y dejarla caer a otro desde cierta altura, para que en la caída se desprenda con rapidez la capa superficial de vapor y esta se renueve enseguida, utilizando para ello la energía interna del líquido para cubrir el calor latente que se necesita para la vaporización, disminuyendo por tanto la temperatura del líquido. Este proceso se repite unas cuantas veces. Sin embargo, tiene el inconveniente de que el vaso estará demasiado caliente al principio (con lo que hay que usar una taza o algún aislante como guantes o un paño de cocina para sujetar el vaso), pero también que a esas horas de la noche nos desvela o es incómodo realizar este trabajo de trasvase repetido.
Así que un truco alternativo para que la manzanilla se enfríe en un tiempo récord y sin requerir tanta atención de nuestra parte es el siguiente: se coloca en el fregadero un cuenco de cualquier tipo, con un diámetro superior a dos vasos, por lo menos. El fregadero tiene un desnivel hacia el sumidero, por lo que el cuenco quedará ligeramente inclinado. Hemos de aumentar esa inclinación colocando debajo del cuenco el borde de un paño de cocina o de una esponja de lavar platos... lo que sea que lo incline un poco más. Situamos ahora el grifo para que caiga el agua en la zona más elevada del cuenco y lo llenamos hasta que el agua empiece a rebosar (obviamente rebosará por el lado menos inclinado, ya que el cuenco está en pendiente). Cerramos el grifo y ya podemos poner un vaso con la infusión muy caliente dentro del cuenco, pero en la zona menos elevada. Al abrir de nuevo el grifo se establecerá una corriente de agua que bordeará el vaso externamente y lo enfriará con rapidez (cosa de dos minutos o menos, según el caudal con que abramos el grifo). Tenemos que sacar el vaso cuando veamos que el flujo de vapor es ya muy débil, es decir, que casi ya no se vea humear. La parte superior suele quedar más caliente, así que se puede remover un par de segundos con una cucharita para que se homogeneice la temperatura. El vaso se saca sujetándolo con los dedos por su parte inferior, que es la menos caliente.
Desde que descubrí este truco, me resulta mucho menos penoso el preparar una manzanilla para tomar, ya que no sólo está lista en un par de minutos escasos desde que se saca hirviendo, sino que el montaje se realiza enseguida y permite no estar demasiado atento en la operación de trasvase y no desvelarse tanto. Simplemente se abre el grifo, se espera un par de minutos o menos hasta que deje de humear y ya se puede tomar. Puede parecer que no vale la pena aprender este truco, sin embargo la diferencia en cuanto a la comodidad puede ser bastante grande en esas horas nocturnas en que hay que levantarse forzosamente de la cama. Y cuando ya lo has preparado una vez, las siguientes lo haces de forma automática, ya no tienes que pensar qué cuenco usar o cómo preparar el montaje; se realiza sin pensar y en un santiamén.
Es interesante apuntar que habitualmente se toma la manzanilla en tacita pequeña. Sin embargo creo que es más adecuado para las molestias normales que solemos tener, si se toma un volumen mayor, por ejemplo el que cabe en un vaso mediano. Por tanto se puede beber directamente del vaso que hemos enfriado y que estará lleno de la infusión.