(Foto de boda real del autor del artículo)
UNA DECLARACIÓN DE AMOR (por Walter Sánchez Silva)
Hoy mi esposa está de cumpleaños. ¿Cómo no darle gracias a Dios porque una mujer tan buena aceptó ser mi esposa cuando entendimos que Él nos convocaba a unirnos para siempre y –con todos sus desafíos y complicaciones– lo dejaste todo por allá por Colombia para iniciar una vida juntos en Perú?
¿Cómo no agradecerle a Dios de rodillas por haberle inculcado en ese corazón de mujer paisa el fuego de su amor, la dulzura de su trato, la pasión por las cosas buenas de la vida y sobre todo la fe, esa que la guía como esposa y como madre, esa que brilla diariamente en el hogar?
¿Cómo no dar gracias de rodillas ante el Santísimo por una persona tan especial, por alguien que dijo sí para siempre aquel febrero de 2008 en Medellín, en la querida ciudad de la eterna primavera?
¿Cómo no vivir agradecido al Señor por haberme dado a la mujer más importante de mi vida, a la que ríe y llora conmigo, a la que sufre y se alegra con este pobre, cada mañana y cada noche, cada día en la brega cotidiana?
¿Cómo no elevar la voz al que murió en la Cruz –como dice el himno de la tierra colombiana– en un cántico de alabanza y acción de gracias porque me amas, porque me soportas, porque me perdonas, porque me acompañas, porque no miraste atrás cuando decidiste apostarlo todo por mí, porque me exiges aunque a veces no me guste, porque estás a mi lado, incluso cuando (sin querer) te he tratado mal o te he herido?
¿Cómo no amarte, mi Fer?
Yo te amo y soy feliz porque me amas. Y esta no es una simple declaración de amor de un pobre cristiano. No.
Yo quiero gritarle a los cuatro vientos que sí es posible un matrimonio católico con todas las de la ley. Que todos sepan que, en medio de un mundo erotizado, en medio de la vorágine de la gente que se usa y se desecha, en medio de una sociedad que “ya no cree” en el amor y que ha endiosado y manoseado el sexo, la entrega para siempre es posible.
No, no creo que seamos “un modelo a seguir”, pero sí creo que intentamos ser testimonio de que es posible una unión indisoluble, de que el bien sí vence el mal, que es posible amar en medio del odio, del conflicto, de los enfrentamientos.
Sí es posible vivir el matrimonio cristiano. Ese al que tantos se comprometen y que, lamentablemente, en algunos casos termina roto y solo genera dolor y sufrimiento.
Es posible ser fiel, es necesario ser fiel, es sumamente importante ser fiel. Y a los amigos a los que el matrimonio “se les acabó”, no pierdan la esperanza. No se alejen de Dios, no se alejen de la Iglesia. Como dijo Francisco, solo es posible llegar a Jesús a través de Ella.
No se olviden que Dios los espera siempre con su cariño, con su calor, con su misericordia y con su gran perdón. Búsquenlo, vayan a Él, acérquense a un buen sacerdote que los ayude a restaurar lo roto, a recuperar lo perdido. Que los ayude en el imprescindible camino de reconciliación que todos necesitamos recorrer.
A los amigos que aún no se casan y están prontos a hacerlo, a los novios y a los enamorados: centren su amor en el Señor. Fórmense, estudien, recen mucho. No es fácil vivir el matrimonio cristiano. Exige lucha, exige coraje, exige muchas cosas que tienen que nutrirse. Exige un espíritu firme y decidido a todo por el bien. Exige la entrega generosa y, ante el pecado, exige levantarse de inmediato para seguir luchando. ¡Mucho ánimo y mucha ilusión!
No quisiera ahondar más por ahora, tal vez más adelante. Yo solo quería recordar que el amor verdadero es posible. Eso y nada más. Gracias a Dios, a la Virgen y a mi esposa, la gracia más excelsa que el Señor me ha dado en esta vida.
Gracias a ti Fer por amarme y por haberme regalado a nuestro hijo, nuestro pequeño, ese pequeño corazón que es un sol cada día.
