Dice Santo Tomás de Aquino que para encontrar la felicidad hay que:
A) Renunciar a lo que Jesús renunció en la Cruz.
B) Amar lo que Jesús amó en la Cruz.¿A qué renunció Jesús en la Cruz?1)
A las riquezas: no tenía nada suyo, estaba desnudo.
2)
Al placer: sólo sentía dolor.
3)
Al poder: no podía hacer nada, estaba clavado de pies y manos.
4)
A la aprobación de los demás: era insultado, escupido, despreciado y tratado como un criminal.
A eso tenemos que renunciar. Renunciar a las riquezas no significa ser pobre, vivir en la calle y no tener ni para comer. Se puede tener bienes para poder sacar adelante tu proyecto de vida cristiano, tu familia, tu trabajo, tus actividades buenas, pero sin ostentación y sin que te importe perder esos bienes porque sabes que no son tuyos; y si tienes alguna posesión o algún dinero, saber que son de Dios y por tanto utilizarlos para cumplir la Voluntad de Dios en tu vida y para ayudar a los demás, no para acumularlos y amarlos por sí mismos, poniendo tu afán, tu ego y tu corazón en las riquezas.
Renunciar al placer no significa rechazar el placer cuando es lícito, como por ejemplo a la hora de comer o al escuchar una composición musical o en acto matrimonial de los esposos, pero no hay que buscarlo sino aceptarlo si aparece al realizar una de estas actividades buenas y agradables a Dios, sin preocuparse si no surgen con la intensidad que uno querría.
Renunciar al poder no significa no aceptar un puesto de trabajo donde se mande a alguien o no tener autoridad sobre tus hijos, significa no buscar ni regocijarse en esa sensación de dominio sobre los demás que tanto gusta a muchos, pero si tu trabajo es dirigir a alguien, eso no es un apego al poder sino un uso bueno y necesario para que funcionen las empresas humanas.
Renunciar a la aprobación de los demás, no es hacer cosas negativas para que los demás te desprecien, sino no sencillamente buscar el elogio y el aprecio, y si éstos llegan por casualidad, saber que nada es mérito tuyo sino que todo viene de Dios y que tú no eres nada, sólo un pobre hombre, que si Dios te dejara de su mano harías tales cosas que todos te despreciarían. Luego los aplausos y felicitaciones, todos para Dios, tú sólo eres el portador de sus maravillas, no eres el que ha hecho todo eso sino que lo ha hecho Dios a través de ti, tu sólo has sido un estorbo, que sino fuera por tu torpeza y malicia habría salido todavía mejor.
¿Qué amó Jesús en la Cruz?1)
La Voluntad de Dios: quiso ser crucificado porque es la misión que Dios-Padre le dio a Él, Dios-Hijo.
2)
A los demás. El morir en la cruz fue para salvarnos a todos, y sus últimas palabras fueron para perdonar a todos los que le estábamos crucificando con nuestros pecados, aunque realizado materialmente a manos de aquellas personas de su época.
Eso tenemos que amar. Amar la Voluntad de Dios es sentirse feliz con nuestro pasado, por muy malo que haya sido o por muchos pecados y errores que hayamos cometido, porque una vez perdonados en confesión, todo nuestro pasado entra dentro del Plan de Dios, es su Voluntad que nos haya pasado todo eso. Y es lo mejor que nos podía pasar, aunque todavía no sepamos por qué. También sentirse feliz con nuestro presente, tanto con lo agradable como con lo desagradable, pues todo nos lo da Dios, a veces son regalos y otras veces medicinas amargas, pero todo es para bien y es lo que necesitamos en cada momento. Hay que abrazarse al sufrimiento o a las desgracias que nos vengan -remediando lo evitable pero amando lo que sea inevitable-, besar la cruz que nos envíe el Señor dándole gracias y ofreciéndole nuestros sufrimientos, y por supuesto, agradecerle también lo agradable que nos envíe. Y por último, hay que amar nuestro futuro, sea el que sea cuando toque, sabiendo que contará con momentos agradables pero también desagradables: enfermedades, conflictos, disgustos, nuestra propia muerte, etc. Hay que amar ya todo eso que nos va a enviar Dios, sin saber todavía lo que es, porque es lo que un Padre bueno da a su hijo porque lo necesita, regalos y otras cosas menos cómodas para pulir nuestra alma y hacernos mejores y ayudar a los demás con nuestros padecimientos. Algún día sabremos para qué nos habrá servido cada momento de nuestra vida.
Y amar a los demás significa orientar tu vida para servir a los demás, no para vivir bien tú, no para ser feliz tú, aunque sirviendo a los demás surgirá la felicidad sin haberla buscado. Hay que pensar qué podemos hacer con nuestra vida, cómo podemos orientarla, no para disfrutar nosotros, sino para servir a los demás, cada cual con sus talentos particulares. Ahí entra sacar adelante a tu familia, velar por su armonía y por la formación de tus hijos, hacer las paces ante posibles conflictos con vecinos, compañeros, etc, ayudar al que lo está pasando mal y que puede estar muy cerca, ser simpático, atento, bondadoso, interesado realmente en el otro, dejar en todos cuando te vayas el aroma de Jesucristo.
