Unas más, Luigi. Pero según mi forma personal de verlo ¿eh?, porque seguro que no todo el mundo estará de acuerdo conmigo, y puede que tengan razón.
Creer que hay que hacer un juego tal y como lo leemos o lo vemos, acomplejándonos si después de ensayarlo bastante, no conseguimos hacerlo bien de esa forma determinada, cuando cada cual tenemos un estilo y unas habilidades personales, y las técnicas que le van a uno, a mí no me van, y viceversa. Y lo mismo para el tema de la presentación o del humor. Hay que adaptar las cosas a uno mismo, como los demás adaptarían lo nuestro a sus personas.
Improvisar. No vas preparado y te piden que hagas algo; entonces haces un efecto simple con una moneda, que quizá no tenga la brillantez de un juego preparado y más elaborado. O pides improvisadamente una baraja de cartas y hacer tres o cuatro efectos "de los que te acuerdas", en vez de ensayarlos específicamente para esa actuación. Hay que tener siempre algo ensayado y con el material en el bolsillo por si te piden Magia, y resistir la tentación de hacer cualquier efecto seco y rápido, si no vas preparado (aunque consigas asombros y aplausos; esa no es la prueba de que has hecho bien necesariamente).
Creer que está bien hecho lo que notas bien hecho en el espejo de tu casa, así como lo que razonas intelectualmente que está bien hecho, en vez de preguntar a los espectadores o familiares de confianza, que muchas veces te dirán que se ha notado o intuido algo que para ti era perfecto.
Dedicar a la Magia más tiempo del que se puede dedicar, cuando uno está estudiando o tiene otras obligaciones.
Creer que uno tiene más nivel cuanto más difíciles son las técnicas que domina y que introduce en sus juegos. Y admirar a los magos según la dificultad de lo que hacen, despreciando a los artistas que presentan juegos automáticos. Empeñarse en utilizar esa técnica que tiene un mayor "nivel" y que no es tan perfecta como otras que dominas. Considerar esto como una carrera cuya meta es saberse y dominar toda la GEC, el Bobo y los cinco libros que hay que conocer, y entonces ya se es buen mago y sólo entonces.
Creer que la Magia de cerca es solamente los libros de cartomagia y numismagia manipulativa, cuando hay un mundo maravilloso de tiendas mágicas con juegos increíbles y bellísimos (aunque trucados) que les dan mil vueltas a muchos de los libros, pero que tienen menos "nivel" técnico -aunque no son por ello menos difíciles de presentar-.
Servir como esclavos al público. Creer que lo que el público aplauda más, eso es lo bueno necesariamente.
Servir como esclavos a los magos. Creer que lo que los magos aplaudan más, eso es lo bueno necesariamente.
Enredarse con la teoría de la Magia, queriendo perfeccionar un juego a base de aplicarle conceptos teóricos a discreción y que quede encorsetado y pierda su alma y frescura. La teoría es para conocerla bien y luego olvidarse de ella, y que nos aflore casi subconscientemente cuando diseñamos un juego.
Creer que el público mira un juego como nosotros lo miramos, cuando en realidad se fija en muchas cosas a las que nosotros no hacemos caso: forma de hablar, de mirar, simpatía, sonrisa, elegancia, educación, limpieza de los objetos, vestuario, seguridad personal, humildad, sensibilidad...
A medida que vamos sabiendo un poquito más, tratar despectivamente y sin el debido respeto y reverencia a los principiantes que saben menos que tú. La maestría siempre trae humildad y respeto, y un cariño acogedor hacia el que empieza y tropieza y dice tonterías o faltas de protocolo; y si no trae esa humildad y respeto, será otra cosa pero no maestría. El principiante es el rey, el niño mimado de la casa, igual que los niños son lo que más se debe proteger en una sociedad.
Concebir la Magia como un medio para conseguir la aprobación o la admiración de los demás, en vez de para expresar belleza y ser así más rico como persona.
Despreciar magos o estilos que se diferencian del tuyo, cuando hay muchas formas de hacer y entender la Magia, igual que en la música hay muchos estilos también.
Creer que el público es tonto. Hacer los juegos de cualquier manera, sin preocuparse de si tienen la cobertura necesaria.
Usar cartas que no estén nuevas o aparatos con desperfectos por el paso del tiempo, pensando que al público le va a dar tan igual como a ti.
Encasillarse en mago de cerca o mago de escena o en cartomago o en numismago. Todo el mundo es libre de elegir lo que quiera, pero recordemos que, a diferencia de las prendas de El Corte Inglés, nacemos sin etiquetas.
"Ir a pillar el truco" cuando vemos a un mago, como si fuéramos profanos "de la peor especie", y lo peor es que conseguiremos pillarlo porque tenemos más conocimientos técnicos que un profano.
"Encasquetar" la Magia a la gente, en vez de conseguir sutilmente que sean ellos quienes te la pidan e incluso tú hacerte de rogar un poco. Esa técnica la han utilizado mucho las mujeres en la seducción: no piden, pero se comportan de tal manera que hacen que les pida quien ellas quieren que les pida, y encima se resisten todavía un poquito.