Hay veces en que el procedimiento de un juego es descubierto por que hemos subestimado al espectador respecto de alguna cualidad. Creo que no es un defecto del mago; creo que es muy difícil evitar estas subestimaciones. El antídoto es probar antes el juego con familiares o amigos íntimos para que nos digan qué ven que nosotros creíamos que no iban a ver.
Aquí pongo las tres subestimaciones que me parecen más importantes. El que quiera que aporte ejemplos o anécdotas de ocasiones en que le han ocurrido ejemplos de ellas.
SUBESTIMACIÓN DE LA VISTA
Consiste en que creemos que la vista del espectador es más limitada de lo que en realidad es, y que no va a ver determinadas cosas que nosotros sí que vemos.
Por ejemplo, creemos que a una distancia determinada no va a ver el grosor anómalo de una carta doble, o que no va apreciar un ligerísimo descuadre, a no ser que éste sea escandaloso. Podemos encontrarnos con que esto no sea así y que nos diga que tenemos dos cartas.
Por ejemplo, podemos creer que una moneda con cascarilla podemos mostrarla rápidamente por ambas caras a una determinada distancia, cuando a lo mejor el espectador ve el reborde y se da cuenta de que hay algo raro o bien deduce de qué se trata exactamente.
Por ejemplo, podemos confiarnos demasiado en que un pulgar falso no se ve si te olvidas de él y manejas la mano con naturalidad. Y luego llevarnos la sorpresa de que sí que se ha visto a pesar de esa teoría tan bonita y natural.
Podemos creer que a una distancia determinada no se ve la unión por imán de dos trozos de cuerda unidos, y no ser así.
Hilos invisibles...para qué hablar.
Etc.
SUBESTIMACIÓN DE LA INTELIGENCIA
Podemos creer que el espectador no es lo suficientemente inteligente para deducir el procedimiento de un juego, y no ser así.
Aquí hay que dejar bien sentado que hay espectadores excepcionalmente inteligentes, listos o perspicaces, y que además pueden centrar todas sus energías en averiguar el truco, y que acaban pillándolo o deduciéndolo. Creo que éstos no deben preocuparnos, pues son pocos y van a lo que van, y no podemos modificar tanto un juego o incluso dejar de hacerlo solamente por ellos, cuando para la inmensa mayoría del público pasa bien.
Sin embargo, hay otras veces donde esto no sucede solamente con el típico listo y malintencionado, sino que son bastantes espectadores los que caen en cómo puede haber sido hecho (aunque no estén del todo seguros), al margen de otro grupito (que seguro que existirá) que no alcance a comprenderlo y que nos reconforte un poco al felicitarnos.
Un ejemplo personal: hay una aparición de moneda a partir de otra con su cascarilla que me gusta mucho, y sin embargo no me atrevo a hacerla porque la considero "demasiado limpia", y para mí el que sea demasiado limpia es un grave defecto, pues es tan limpia que el espectador no tiene muchas posibilidades para escudriñar y analizar, solamente la posibilidad real del secreto. Me refiero a tener sobre la mesa una moneda con su cascarilla, mostrar la mano derecha completamente vacía por delante y por detrás, con sus dedos abiertos, tomar clarísimamente la moneda-cascarilla para mostrar que sólo hay una moneda, y al dejarla sobre la mesa aparece automáticamente otra a su lado. Es tan limpio (porque se enseña mano, moneda y tapete con una claridad casi insultante), que la trampa está demasiado a flor de piel, y para mí demasiado expuesta a que la cace el lobo del espectador, es decir, que deduzca que tiene que haber salido de la propia moneda, porque no hay manera humana de hacerlo de otro modo. Creo que si me atreviera a presentarlo habría gente que lo deduciría y sería por mi parte una subestimación de la inteligencia del espectador. (Un día tendré que hacer el experimento con algún familiar).
SUBESTIMACIÓN DE LA SUSPICACIA
Suspicacia quiere decir capacidad de sospecha, de recelo. Subestimar la suspicacia quiere decir creer que un espectador no va a sospechar de un objeto o una acción poco usuales o poco naturales.
Por ejemplo, podemos creer que en una rutina de monedas, el tener una mano semicerrada no levanta sospechas (nos conviene mucho creerlo, ya que si no tendríamos que tirar a la basura muchas rutinas o modificarlas tanto que algunas serían impracticables). Sin embargo, puede que no sea así, y que un buen número de los espectadores, ante una mano semicerrada no sean tan ingenuos como les adjudicamos.
Podemos creer que nuestra forma de manejar a veces las cartas dobles (en un levantamiento doble, en un culebreo, etc) puede no ser demasiado usual pero que es bastante natural y no va a levantar sospechas, cuando quizá el espectador está demasiado alerta -al saber que en alguna parte tiene que estar el truco- y al detectar un movimiento o una posición poco usual, en seguida se lanza a la sospecha de la misma, y a partir de ahí empieza a pensar qué puede ocultar esa acción tan "rarita".
Podemos creer que nuestro modelo de cartera Himber no despierta sospechas a pesar de ser más larga de lo habitual, y a lo mejor no ser así. O que el detalle de que una moneda trucada esté demasiado limpia no va a despertar sospechas más que en algún espectador superperspicaz.
En resumen, que estas subestimaciones creo no son defectos nuestros, porque es posible que sean impredecibles. Algunas veces creeremos que sí y será que no, y otras creeremos que no y será que sí. Por tanto, como he dicho antes, el antídoto es la prueba del efecto en diferentes ámbitos íntimos, antes de presentarlo ante un público de mayor compromiso.
Hay otras subestimaciones que no vamos a tratar, como la subestimación de los conocimientos mágicos del espectador, o la subestimación de la malicia del espectador (y que pueda pensar en una carta diferente a la que eligió o hacer una maniobra tramposa mientras estamos de espaldas o lanzar su mano para coger determinado objeto sin permiso, etc), pero me parecen menos importantes. También hay peligrosas sobreestimaciones, como la sobreestimación de la educación del espectador, sobreestimación de su habilidad (por ejemplo, que no se le van caer las cartas al mezclar), sobreestimación de su concentración (por ejemplo, que va a seguir correctamente las instrucciones que le demos cuando estamos de espaldas), etc.
Aquí pongo las tres subestimaciones que me parecen más importantes. El que quiera que aporte ejemplos o anécdotas de ocasiones en que le han ocurrido ejemplos de ellas.
SUBESTIMACIÓN DE LA VISTA
Consiste en que creemos que la vista del espectador es más limitada de lo que en realidad es, y que no va a ver determinadas cosas que nosotros sí que vemos.
Por ejemplo, creemos que a una distancia determinada no va a ver el grosor anómalo de una carta doble, o que no va apreciar un ligerísimo descuadre, a no ser que éste sea escandaloso. Podemos encontrarnos con que esto no sea así y que nos diga que tenemos dos cartas.
Por ejemplo, podemos creer que una moneda con cascarilla podemos mostrarla rápidamente por ambas caras a una determinada distancia, cuando a lo mejor el espectador ve el reborde y se da cuenta de que hay algo raro o bien deduce de qué se trata exactamente.
Por ejemplo, podemos confiarnos demasiado en que un pulgar falso no se ve si te olvidas de él y manejas la mano con naturalidad. Y luego llevarnos la sorpresa de que sí que se ha visto a pesar de esa teoría tan bonita y natural.
Podemos creer que a una distancia determinada no se ve la unión por imán de dos trozos de cuerda unidos, y no ser así.
Hilos invisibles...para qué hablar.
Etc.
SUBESTIMACIÓN DE LA INTELIGENCIA
Podemos creer que el espectador no es lo suficientemente inteligente para deducir el procedimiento de un juego, y no ser así.
Aquí hay que dejar bien sentado que hay espectadores excepcionalmente inteligentes, listos o perspicaces, y que además pueden centrar todas sus energías en averiguar el truco, y que acaban pillándolo o deduciéndolo. Creo que éstos no deben preocuparnos, pues son pocos y van a lo que van, y no podemos modificar tanto un juego o incluso dejar de hacerlo solamente por ellos, cuando para la inmensa mayoría del público pasa bien.
Sin embargo, hay otras veces donde esto no sucede solamente con el típico listo y malintencionado, sino que son bastantes espectadores los que caen en cómo puede haber sido hecho (aunque no estén del todo seguros), al margen de otro grupito (que seguro que existirá) que no alcance a comprenderlo y que nos reconforte un poco al felicitarnos.
Un ejemplo personal: hay una aparición de moneda a partir de otra con su cascarilla que me gusta mucho, y sin embargo no me atrevo a hacerla porque la considero "demasiado limpia", y para mí el que sea demasiado limpia es un grave defecto, pues es tan limpia que el espectador no tiene muchas posibilidades para escudriñar y analizar, solamente la posibilidad real del secreto. Me refiero a tener sobre la mesa una moneda con su cascarilla, mostrar la mano derecha completamente vacía por delante y por detrás, con sus dedos abiertos, tomar clarísimamente la moneda-cascarilla para mostrar que sólo hay una moneda, y al dejarla sobre la mesa aparece automáticamente otra a su lado. Es tan limpio (porque se enseña mano, moneda y tapete con una claridad casi insultante), que la trampa está demasiado a flor de piel, y para mí demasiado expuesta a que la cace el lobo del espectador, es decir, que deduzca que tiene que haber salido de la propia moneda, porque no hay manera humana de hacerlo de otro modo. Creo que si me atreviera a presentarlo habría gente que lo deduciría y sería por mi parte una subestimación de la inteligencia del espectador. (Un día tendré que hacer el experimento con algún familiar).
SUBESTIMACIÓN DE LA SUSPICACIA
Suspicacia quiere decir capacidad de sospecha, de recelo. Subestimar la suspicacia quiere decir creer que un espectador no va a sospechar de un objeto o una acción poco usuales o poco naturales.
Por ejemplo, podemos creer que en una rutina de monedas, el tener una mano semicerrada no levanta sospechas (nos conviene mucho creerlo, ya que si no tendríamos que tirar a la basura muchas rutinas o modificarlas tanto que algunas serían impracticables). Sin embargo, puede que no sea así, y que un buen número de los espectadores, ante una mano semicerrada no sean tan ingenuos como les adjudicamos.
Podemos creer que nuestra forma de manejar a veces las cartas dobles (en un levantamiento doble, en un culebreo, etc) puede no ser demasiado usual pero que es bastante natural y no va a levantar sospechas, cuando quizá el espectador está demasiado alerta -al saber que en alguna parte tiene que estar el truco- y al detectar un movimiento o una posición poco usual, en seguida se lanza a la sospecha de la misma, y a partir de ahí empieza a pensar qué puede ocultar esa acción tan "rarita".
Podemos creer que nuestro modelo de cartera Himber no despierta sospechas a pesar de ser más larga de lo habitual, y a lo mejor no ser así. O que el detalle de que una moneda trucada esté demasiado limpia no va a despertar sospechas más que en algún espectador superperspicaz.
En resumen, que estas subestimaciones creo no son defectos nuestros, porque es posible que sean impredecibles. Algunas veces creeremos que sí y será que no, y otras creeremos que no y será que sí. Por tanto, como he dicho antes, el antídoto es la prueba del efecto en diferentes ámbitos íntimos, antes de presentarlo ante un público de mayor compromiso.
Hay otras subestimaciones que no vamos a tratar, como la subestimación de los conocimientos mágicos del espectador, o la subestimación de la malicia del espectador (y que pueda pensar en una carta diferente a la que eligió o hacer una maniobra tramposa mientras estamos de espaldas o lanzar su mano para coger determinado objeto sin permiso, etc), pero me parecen menos importantes. También hay peligrosas sobreestimaciones, como la sobreestimación de la educación del espectador, sobreestimación de su habilidad (por ejemplo, que no se le van caer las cartas al mezclar), sobreestimación de su concentración (por ejemplo, que va a seguir correctamente las instrucciones que le demos cuando estamos de espaldas), etc.