Gracias, Chema. A ver si encuentras esos apuntes sobre cómo hablar en la radio, que se nos pueden relacionar muy directamente, como dices.
Haciendo prácticas en lectura de textos, me he encontrado algunos que son un poco difíciles de entonar. Son textos pensados quizá para ser leídos, no para ser declamados, y tienen frases bastante largas con muchas comas, oraciones subordinadas, etc. La lectura improvisada de estos textos es difícil, pues es muy normal encontrarte con que has hecho una subida o bajada en la entonación que te lleva a un callejón sin salida para terminar bien la oración. Y claro, tienes que volver a empezar rectificando la entonación.
Una ayuda importante para el lector en voz alta y en público, son las NOTAS TONALES. Creo que es una técnica que no se enseña mucho por ahí (al menos yo no lo he oído) y que si existe no creo que haya un convenio de signos universal, pero es algo utilísimo para el lector perfeccionista. Se trata de que al ensayar la lectura del texto, las conclusiones a las que uno llegue sobre cómo entonarlo, reflejarlas en ese texto con anotaciones a lápiz.
Por ejemplo, ¿dónde hacer las pausas? (pausas porque convengan al sentido del texto, a su énfasis dramático o simplemente para respirar). Pues en esos lugares donde decidamos que tiene que ir una pausa, anotemos a lápiz un signo de pausa. En música se usa a veces un apóstrofe ('); nosotros podemos tener nuestra colección particular de signos para indicar si la pausa debe ser más larga o más corta. (El que se acuerde de sus nociones de solfeo, puede usar los signos de silencio de corchea, negra o blanca, así le serán más familiares). Este tipo de notas de lectura podemos llamarlas como en solfeo: SILENCIOS.
¿Qué entonación emplear al finalizar cada oración o cada sintagma? Hay diferentes tipos de terminaciones, que podríamos clasificar en altas, medias y bajas, y dentro de cada tipo diferentes modos (no voy a describirlos porque cada cual tiene los suyos, y a poco que se ensaye leyendo textos, los encuentra). Pues establezcamos un signo para cada una y anotémoslo en el texto. Porque si tenemos que acordarnos de a qué conclusiones tonales llegamos en nuestro estudio, me parece un esfuerzo de memorización excesivo.
¿Y los énfasis? Creo que es lo más fácil de anotar. A mí me va bien subrayar la palabra o conjunto de ellas que debe ser enfatizado. Podemos llamar a estas notas: ACENTOS.
Y queda una cuestión más, que podríamos llamar MATICES. Serían los modos referentes a la velocidad (porque hay momentos en que conviene ir más rápido, otros más lento y otros marcadamente lento para crear suspense), otros para dar un tono irónico, o bien un tono cómico (ese recurso de la lectura en que parece que a la vez que se lee se está uno riendo), el tono de asombro,... Es decir, todo lo referente a la expresión.
Así pues, las notas de lectura serían de cuatro tipos básicamente: notas tonales, silencios, acentos y matices.
Con estas notas y con mucho ensayo, creo que es mucho más fácil abordar una lectura en voz alta o una exposición de memoria.
Este es quizá el tema más polémico de todos los que componen la técnica para hablar en público.
¿Hay que memorizar las charlas? ¿Es una opción válida o es un suicidio expresivo porque uno pierde la naturalidad y produce un efecto desagradable?
En primer lugar, hay un enemigo que creo que es necesario eliminar: el titubeo. Si el artista titubea hablando, si piensa demasiado lo que tiene que decir en el momento de actuar, suscita en el oyente una pobre impresión poco deseable.
Otro enemigo menos peligroso sería el "no decir todo lo que hay que decir", la escasez de explicaciones necesarias. Y digo que no es tan peligroso porque si ese espacio se llena con un efecto de Ilusionismo, aunque sea a lo mudo, puede seguir teniendo mucha fuerza, e incluso a veces más que si hay un fondo hablado. Esto lo recalca Gabi en sus conferencias, que hay veces en que si el protagonista es el objeto o la acción, el elemento de la palabra es recomendable que esté ausente para que se quede solo el elemento protagonista. También recordamos todos la fuerza que tienen los efectos de la película "El ilusionista", en la que eligen una presentación donde el ejecutante permanece callado largo rato mientras que la ilusión evoluciona y el público la comprende por lo que ve, no porque se le explica.
Bien. ¿Cómo eliminar estos dos enemigos: el titubeo y la falta de explicaciones necesarias (o a veces sosez)?
La solución está evidentemente en el ensayo, en tener claro lo que se quiere decir y en haberlo dicho muchas veces.
Pero ahora surge otra pregunta. ¿Se debe memorizar entonces la charla o bien tener clara su estructura, su esqueleto, y llenarla con nuestras palabras en el momento de la actuación?
Creo que son dos opciones y que a cada cuál le puede ir bien una diferente. Habrá personas que si memorizan será imposible o muy difícil que les salga natural la charla (con lo cual va ser peor el remedio que la enfermedad), y personas de poca fluidez verbal, lentitud de reflejos o timidez, que si tienen que expresarse con las palabras que acudan a su pensamiento en el momento de actuar, van a titubear y se van a deslucir por completo. Así pues, creo que ambas opciones son respetables; depende del artista del que estemos hablando.
El problema de la memorización está en el peligro de ser antinatural. Todos hemos escuchado al típico actor (sobre todo en las representaciones de los colegios, donde los actores son adolescentes) que SE NOTA FICTICIO AL HABLAR, QUE SE NOTA QUE ESTÁ SOLTANDO UN GUIÓN APRENDIDO. El efecto es pésimo.
Por esta causa, muchos rechazan las memorizaciones. Hay prestidigitadores conocidos a los que algunos critican el aprenderse las charlas de memoria porque quedan antinaturales, cuando quizá el problema no esté en que memoricen sino en que memoricen poco, que no hagan un análisis tonal y expresivo y lo memoricen también. Sin embargo, yo quiero romper una lanza por la opción de memorizar charlas. Si una charla se memoriza, no sólo en su texto, sino también en sus pausas y entonaciones, no tiene por qué sonar ficticia y aprendida.
Así que todo este discurso es para llegar a esta idea: que es muy respetable no memorizar charlas, pero que quede claro que la memorización de charlas es una opción válida, y que SE PUEDE EVITAR caer en ese "papagallismo" de decir las cosas como un lorito, que tan mal queda. Se puede evitar, y es lo que hacen los buenos actores -y los ilusionistas no tenemos por qué ser malos actores-.
El truco para conseguir esto es ENSAYAR LAS NOTAS DE LECTURA: notas tonales, silencios, acentos y matices -además del texto, por supuesto-.